Ficha del entrenador | |||
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Nombre completo | Miguel Ángel Lotina Oruechebarría | ||
Fecha de nacimiento | 18 de junio de 1957 | ||
Lugar de nacimiento | Meñaca (Vizcaya) | ||
Total partidos | 80 | ||
Partidos Ganados | 30 | ||
Partidos Empatados | 25 | ||
Partidos Perdios | 25 | ||
Temporadas en el club | 2 (2002-04) |
Casi toda su carrera como jugador la desarrolló en el Logroñés, aunque
empezó jugando en el Gernika, y su posición era la de delantero centro. Con el
conjunto riojano ascendió de Segunda División B a Primera. En la máxima
categoría jugó 21 partidos y anotó 3 goles. Fue en la temporada 81-82
defendiendo los colores del Castellón.
Comenzó su carrera como
técnico como segundo de David Vidal en el Logroñés y se ganó prestigio como
primer entrenador durante sus tres temporadas en el Logroñés B, equipo donde
había militado como jugador y al que ascendió a Segunda B en su primera
temporada (90-91). Dos temporadas después se puso al frente del primer equipo
en Primera División durante dos jornadas de modo interino tras la destitución
de David Vidal, cosechando dos derrotas.
Dejó la disciplina riojana cuando el club contrató a Carlos Aimar como
nuevo técnico.
La siguiente campaña tomó
las riendas del Numancia en Segunda División B, club en el que comenzó a
hacerse un nombre como entrenador y como persona, ya que su humildad fue
siempre una de sus grandes características. Después de dos temporadas
clasificando al conjunto soriano para la liguilla de ascenso, en la 95-96 se
daba a conocer después de lograr una de las machadas más importantes de la
historia de la Copa del Rey. El modestísimo Numancia, por aquel entonces, se
cargó a tres "Primeras" y puso contra las cuerdas al Barcelona de
Cruyff en cuartos de final. En la ida, en el campo de Los Pajaritos, el
resultado fue de empate a dos. En la vuelta en el Camp Nou, los sorianos
perdieron por 3-1, aunque el gol inicial de Barbarín hizo soñar (aunque por
poco tiempo) a la afición numantina. Fue el Numancia de Lotina un equipo que
pronto se hizo con el calor de los aficionados al fútbol, y que cayó muy
simpático a mucha gente desde ese logro histórico de haber alcanzado unos
cuartos de copa.
La digestión de aquella hazaña le sentó mal a Lotina, ya que en los dos clubes siguientes que dirigió, Logroñés de nuevo, y Badajoz, fue destituido. La gloria le llegó de nuevo en Soria, donde regresó en la temporada 98-99 para llevar al Numancia a Primera por primera vez en su historia. La campaña siguiente repitió el mismo éxito con Osasuna y ese segundo ascenso consecutivo le valió para entrenar a los rojillos en Primera dos años más, en los que logró la permanencia con muchos apuros.
Con tales logros, el
Celta apostó por él como el sustituto del venerado Víctor Fernández, con el que
los celestes desplegaron un fútbol maravilloso durante cuatro temporadas, pero
poco efectivo, ya que no se logró ningún título, ni siquiera el pase a la
Champions. La directiva de Horacio Gómez arriesgó con Lotina, poco conocido
entre la afición, con un juego no tan bonito, y una apariencia física poco
llamativa en comparación con su antecesor, aunque con un carácter más modesto.
Como dijo el técnico vasco en una ocasión: “Llegue
tarde al reparto de caretas” (en referencia a su rostro).
La presentación oficial
tuvo lugar el 25 de mayo de 2002. Lotina fue muy claro a su llegada al equipo
vigués: “Este equipo ha jugado muy bien
los últimos años y yo espero seguir haciéndolo, pero quiero algo de tocar.
Quiero que tengamos opciones de ganar la Liga”. Además, añadió su idea de
que ya era hora de que sonará en Balaídos la música de la Champions. Desde el
primer momento, el entrenador vizcaíno sabía que se enfrentaba al reto más
importante de su carrera: “más de una
vez he dicho que deseaba dirigir a un equipo con aspiraciones más allá de la
permanencia y ahora, fichando por el Celta, lo he logrado”. Pese a este
salto cualitativo en su currículum, Miguel Ángel, que tenía una ficha anual de
600.000 euros, adelantó que “no cambiaré
mi filosofía del fútbol. Quiero que
mi equipo juegue de memoria, que todos sepan a que juega el Celta”.
Lotina repitió el mismo
cuerpo técnico que tuvo Víctor Fernández, con Ramón Carnero de ayudante y
Eduardo Domínguez de preparador físico, y la plantilla sufrió pocos cambios
pero importantes. Las discrepancias con el presidente terminaron propiciando la
salida de Karpin del equipo, una baja fundamental, que sería cubierta por un
argentino, el “Chacho” Coudet, que fue todo un fiasco. Los otros fichajes fueron un mediocentro de
su confianza, José Ignacio, y el que debía de ser el recambio de Mostovoi para
darle descanso, Jandro.
Mucho se criticó a Miguel
Ángel Lotina en los primeros compases de la Liga, acusándole de que su Celta
rompía con los cánones y la esencia de aquel equipo celeste de las últimas
campañas, aquel Celta que maravilló en Europa de la mano de Víctor Fernández.
Esas críticas no se veían reflejadas en los resultados, ya que el comienzo del
equipo vigués fue espectacular. Ganó los tres primeros partidos con solvencia
colocándose líder, primer puesto que repetiría en la quinta jornada tras vencer
0-1 en Mestalla con gol de Vagner en el descuento, después de parar Cavallero
dos penaltis al Valencia. La primera derrota llegó una semana después, ante el
Rayo Vallecano en Balaídos.
Pasaban las jornadas y el
equipo exhibía una regularidad asombrosa, una solidez defensiva casi
desconocida, el uso de las jugadas de estrategia para romper partidos y una
importante efectividad en ataque. El fútbol no era el de antaño, pero los
resultados se mantenían. Quizás uno de los mejores encuentros fue el que cerró
la primera vuelta ante el Barcelona en casa. Los pupilos de Lotina fueron muy
superiores a los culés, sobre todo en la segunda mitad, y los goles de Jesuli y
Sylvinho (inverosímil el del brasileño) certificaron una victoria con dosis de
buen juego. Aquella derrota supuso la destitución de Van Gaal como técnico del
Barcelona.
El Celta terminaba sexto
la primera vuelta y las únicas decepciones fueron las eliminaciones en
dieciseisavos de Copa y Uefa. Con el objetivo de lograr clasificarse a la
Champions, el equipo vigués se desprendió en el mercado de invierno de Coudet,
Doriva, Kaviedes y Jandro y se reforzó con un joven canario del Las Palmas,
Ángel, que venía para cubrir el extremo derecho, aunque pronto se hizo sitio en
el centro formando un trivote con Luccin y José Ignacio. Pese a estos cambios
en la plantilla, Lotina se mostraba preocupado por el pobre bagaje goleador de
Catanha y McCarthy y la directiva hizo un esfuerzo para incorporar en el mes de
marzo a Mido, un joven egipcio díscolo que llegó en calidad de cedido del Ajax.
Hasta entonces, Edú era el que estaba asumiendo la responsabilidad goleadora
logrando aquella temporada sus mejores registros. Con Mido, el Celta
experimentó un salto de calidad que le permitió colocarse en un mes entre los
cuatro mejores a falta de cuatro jornadas para el final. Uno de los méritos del
técnico de Meñaca fue sacar un gran rendimiento al egipcio sin que creara
problemas en el vestuario.
Llegaba la hora de la
verdad y el conjunto celeste no falló. Goleó al Deportivo por 3-0, dejando a los coruñeses sin opciones al
título. Después sacó un punto de oro del Santiago Bernabéu con un planteamiento
rácano, pero efectivo, que suscitó las críticas de la prensa nacional e incluso
algún periodista llegó a decir que un equipo que jugaba así no merecía jugar la
Liga de Campeones. Penúltima jornada y el Celta recibía la visita de la Real
Sociedad, líder en aquel momento. Fue el 15 de junio de 2003 cuando Balaídos
rozó el lleno para presenciar un encuentro espectacular por su lucha, juego y
emoción. Con casi 10.000 donostiarras en las gradas, el equipo vigués venció
por 3-2 en un partido épico y se clasificó por primera vez para la Champions
League con una jornada de antelación. La alegría se desbordó entre los
celtistas que celebraron en Praza América el mayor éxito de su historia.
Pese a cumplir con
creces, a Lotina se le 'vapuleó' por su filosofía conservadora por un sector de
la afición. Su idea de que primaba la defensa y la presión sobre un juego más
espectacular, enturbió los ojos a una bien acostumbrada afición celtiña. La
sombra de Víctor se paseó alargada por Balaídos para desesperación de Lotina. “Algunas de las críticas que recibimos
fueron más que injustas. Y, sobre todo, no encontré ninguna explicación. Cada
día que pasa estoy más convencido de que a un entrenador le ponen a una
etiqueta de partida, pasando los análisis de los partidos a un plano
secundario. Recuerdo el partido contra el Mallorca. Allí se tituló: El Celta
viene con el autobús. Ganamos dos a cero, dominamos el partido, les dimos un
repaso. Y nadie rectificó y uno se lo que tiene que comer”.
Los críticos con Lotina
aludieron a la suerte como el factor determinante del cuarto puesto del Celta,
pero se equivocan. Poca gente se acuerda que en aquella campaña se fallaron
cuatro de los siete penaltis que le señalaron. En cambio, apenas se valoró que
el equipo no salió ninguna jornada de los puestos europeos, que de los 45 goles
a favor, 41 fueron de jugada y que hacía tiempo que no se veía a un conjunto
tan sólido y que terminó con el premio del Zamora de Cavallero.
Tocaba planificar la
temporada más ilusionante para el celtismo. Savo Milosevic llegó para
convertirse en el nueve goleador que añoraba Lotina, aunque con las bajas de
Mido y McCarthy, solo tenía a Catanha como recambio. También regresó Contreras
después de su cesión al Sporting Lisboa. Por tanto, se mantuvo el bloque del
año pasado con un par de retoques. Los celtistas soñábamos despiertos y
esperábamos lo mejor en la nueva campaña, una ilusión que compartía el míster: “Quiero que este año la afición también se
ilusione, igual que el día de la Real Sociedad. El objetivo es celebrar algo en la plaza de América”. Todo era
optimismo y el técnico vasco ponía el listón alto desde el principio: “Con el freno de mano echado, porque no
hemos empezado, sí creo que podemos hacerlo mejor que el año pasado”. Sobre
su valoración de la primera temporada, Lotina tenía claro su principal
aportación: “Eliminar las excusas. Nos
responsabilizamos de lo que hicimos mal y eso fue bueno”.
Antes de disfrutar de la
gloria, teníamos que superar al Slavia de Praga en la ronda previa de la
Champions League. Pese a ser en agosto, más de 20.000 espectadores acudieron al
partido de ida. El resultado, el mejor posible: 3-0 demostrando una gran
superioridad. Fue el equipo confiado a Praga y a punto estuvo de pagarlo. A la
media de hora el Slavia ganaba 2-0 y el Celta sufrió lo indecible para
conservar la renta de tres goles. Con el billete para la frase de grupos todos
esperaban el sorteo que deparó el grupo de la muerte, con Ajax, Brujas y Milán
como rivales.
Gol de Mostovoi al Slavia
Antes de disfrutar de la
máxima competición continental había que rendir en Liga y en ese apartado el
comienzo del equipo fue decepcionante. No se consiguió vencer hasta la quinta
jornada de manera agónica ante el Valladolid, ya que hubo que remontar un 0-2.
En medio de la sorpresa de la afición, Lotina comenzó a hacer cosas
sorprendentes como colocar a Contreras de delantero centro en Villarreal por el
bajo momento de forma que vivía Catanha. En medio de la preocupación llego el
estreno en Champions en Brujas y con un sistema novedoso, ya que el de Meñaca
apostaba por jugar con cinco defensas ante las bajas de hombres de ataque. Edu,
un hombre clave la pasada campaña, se perdió por lesión casi toda la primea
vuelta, aspecto que el equipo lo notó en demasía, unido a los problemas físicos
de Mostovoi. El Celta rozó la victoria en Brujas, aunque al final solo se llevó
un punto.
La Liga de Campeones metió al Celta en una
atmósfera que no parecía sentarle del todo bien, comenzando por la huelga que
hicieron los jugadores el día antes de la presentación europea en Balaídos,
frente el Milan, para reclamar pagos atrasados. Quizá el club necesitaba más
experiencia para compaginar dos competiciones muy exigentes, amén de la poca
moral que demostraron sus futbolistas. El Celta sumaba tres victorias en trece
partidos desde el comienzo de la temporada y por primera vez se veía un Lotina
dubitativo: no sabía si jugar con cinco defensas o con cuatro, con extremos o
con carrileros, con punta o sin él. Donde la plantilla dio la cara fue en la
Champions consiguiendo llegar a la última jornada de la fase de grupos con
opciones de pasar a octavos. Para ello tenía que ganar el 9 de diciembre de
2003 al Milán en San Siro. Después de una mala primera mitad, que acabó en
empate gracias a una acción individual de Jesuli, el conjunto vigués logró por
medio de José Ignacio el tanto de la victoria que colocaba al Celta entre los
16 mejores equipos de Europa. La alegría se desbordó entre la afición celeste e
incluso algunos se bañaron en Praza América. Fue la única satisfacción, ya que
el equipo acabó el año un puesto por encima del descenso y con Lotina cada vez
más cuestionado.
El año 2004 se abría en Balaídos con la visita
del Deportivo. El club vigués llegaba plagado de bajas en ataque y con un pobre
bagaje de una victoria en casa en ocho partidos. Y sucedió lo peor posible. El
Celta perdió 0-5 ante su eterno rival después de un lamentable segundo tiempo y
la mayor parte de la afición estalló al grito de “Lotina vete ya”, cansando de
los pobres resultados y sin entender porque su equipo jugaba ahora con cinco
defensas. Aquella triste noche para el celtismo, el técnico vasco quedó
sentenciado.
Tras el varapalo copero
ante el Alavés, la 'manita' que la Real Sociedad le clavó en casa acabó
condenando al vizcaíno y fue destituido el lunes 26 de enero de 2004. A Lotina le condenó
la pésima trayectoria del Celta en la Liga. Los números no engañan: desde
noviembre el equipo vigués nunca ha podido estar a más de dos puntos por encima
de la zona de descenso. Guarismos que contrastan con su trayectoria en la
Champions League, clasificado el Celta para los octavos de final. En su
despedida, Lotina mostró la tristeza por su despido: “Lo siento porque me sentía con fuerzas para sacar esto adelante, pero
entiendo que desde la directiva tengan que buscar una salida y respeto que
hayan considerado que la solución sea cambiar al entrenador”. Tras un
amplio carrusel de agradecimientos, Lotina dijo que “este vestuario es sensacional y le deseo lo mejor”. También
lamentó que “cuando mejor estábamos mi
familia y yo, nos tenemos que ir” tras reconocer que le costó adaptarse a
Vigo. Horacio Gómez sólo tuvo palabras de elogio y se le notó dolido por la
decisión tomada: “Llegó y se va como un
señor. El celtismo siempre tendrá un recuerdo para ti, quedarás en la historia
como el técnico que nos llevó a la Liga de Campeones”.
Miguel Ángel Lotina
estuvo en el Celta 20 meses con la dura tarea de hacer olvidar a Víctor
Fernández. No lo tuvo fácil pues a veces le pusieron carros y carretas y le
llovieron críticas, pese a los buenos resultados en su primera campaña. En su
defensa se puede decir que el equipo estaba un punto por encima del descenso,
por lo que acusarle de ser el máximo culpable del descenso es toda una
injusticia. Como reaccionaron los jugadores años después, deja claro que su
destitución fue un error y el gran problema estuvo en los propios futbolistas y
en la directiva por no cumplir los compromisos económicos firmados, lo que minó
la moral y desesperó a los que saltaban al césped. Además, Lotina tuvo el
hándicap de que no le traían como a Víctor Fernández lo que pedía y se encontró
con una plantilla muy veterana (un tercio de la plantilla superaba la
treintena) para afrontar tres competiciones al máximo nivel.
Se fue en Vigo muy
injusto con Lotina. El vasco logró el mayor hito de la historia del Celta y las
críticas fueron excesivas desde el principio. Él se merecía jugar aquella
eliminatoria de octavos frente al Arsenal. Se fue sin hacer ruido ni daño, tal
y como llegó. Lo que mucha gente no sabe de Lotina, es que con el tiempo, llegó
a la conclusión de que tanta humildad había lastrado su carrera en un mundo tan
mediático y, por ello, decidió contratar un psicólogo personal. Aquella
temporada 2003-04 el Celta descendió y siempre quedará la duda de qué pasaría
si se hubiese confiando más en el técnico vasco.
Tras bajar con el Celta,
Lotina probó suerte con el Espanyol. Con el conjunto “perico”, logró el único
título nacional que posee en su palmarés: la Copa del Rey de 2006. Pero esa
misma temporada consiguió salvar al equipo en el último minuto de la temporada:
el descenso estuvo más cerca que nunca. La temporada siguiente cogió a la Real
Sociedad donde llegó iniciada la campaña y con el equipo que antes había
entrenado Bakero en una lamentable situación. Ele entrenador vascó trató de
reconducir la situación pero no lo consiguió y fue parte del primer descenso
realista en 40 años. Tras consumarse el descenso, confirmó que no continuaría
en el equipo. Entonces, en la 2007-08, dio el salto al Deportivo de la Coruña.
Tras unas primeras temporadas esperanzadoras, metiendo al equipo en Intertoto (ganándola en 2008), el
paso del tiempo comenzó a hacer mella. Con una plantilla cada vez más limitada
fue uno de los culpables del histórico descenso del conjunto coruñés en la
última jornada ante el Valencia.
Artículo de Marcial Varela
TRAYECTORIA
1990–1992 Logroñés B
1992 Logroñés
1993–1996 Numancia
1996 Logroñés
1997–1998 Badajoz
1998–1999 Numancia
1999–2002 Osasuna
2002–2004 RC Celta
2004–2006 Espanyol
2006–2007 Real Sociedad
2007–2011 Deportivo La Coruña
TRAYECTORIA CON EL
CELTA
2002-03: 1ª División
2003-04: 1ª División (De la jornada 1 a la 21)
1ª División
59 partidos
21 Victorias
19 Empates
19 Derrotas
73 Goles a favor (1,24 por partido)
75 Goles en contra (1,27 por partido)
Progresión de puntos media en Temporada completa: 52,81 (3
ptos por victoria, 38 partidos)
TOTAL DE PARTIDOS EN
EL CELTA EN LIGA: 59
Chapó, buen artículo y me es imposible encontrar nada que criticar.
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